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8. STREET PHOTOGRAPHY




Tras deleitarnos con una selección de grandes precursores de la fotografía callejera muy alejados de dogmatismos, llega el momento de reseñar los trabajos de autores actuales que abordan esta difusa disciplina con un enfoque muy propio y unos usos poco habituales. De la mano de fotógrafos como Guillermo Cervera, que despliega su buen ojo en zonas en conflicto, o Philip-Lorca diCorcia, que monta sets de luces en plena calle, la llamada street photography rebasa las fronteras que la separan de otras disciplinas.


Joel Meyerowitz (Nueva York, 1938)
Seguramente el autor contemporáneo que más ha teorizado sobre street photography, convirtiéndose en una referencia para documentales sobre el tema como “Finding Vivian Maier” o “EverybodyStreet”. Es precisamente al inicio de este último que el neoyorquino cuenta cómo a raíz de un encargo de la agencia de publicidad en la que trabajaba vio a Robert Frank en acción y decidió abandonar su puesto de director de arte para dedicarse a la fotografía.
Meyerowitz fue pionero en el uso sistemático del color a principios de los años 70 -antes incluso de la exposición de William Eggleston en el MoMA en 1976 comisariada por John Szarkowski- y ayudó a superar el estigma que hasta entonces sufría frente a la imagen en blanco y negro. Sus fotografías se centran, sobre todo, en la espontaneidad de la vida en la calle, con un punto de surrealismo que va mucho más allá de lo irónico y que permite al espectador recrearse en la escena.
Pese a haber trabajado el paisaje y el retrato en gran formato, en sus instantáneas urbanas se mantiene fiel a la película de 35 milímetros y a la Leica. Meyerowitz se entremezcla con la gente en una especie de baile de masas. Su forma de entender este tipo de fotografía tiene que ver con lo que denomina “un impulso puro”.



Martin Parr (Epsom, Inglaterra, 1952)
Las series fotográficas más destacadas de Martin Parr están repletas de guiños irónicos, con personajes apáticos en un primer plano que escenifican en realidad el ataque mordaz de este autor británico a la sociedad. Parr se ceba con la pompa de los asistentes a prestigiosas carreras de caballos, los turistas que acosan monumentos con sus cámaras en todos los rincones del planeta, los domingueros que atestan lamentables playas del sur de Inglaterra, el lujo desmesurado -y de dudoso gusto- de los nuevos ricos en Asia o incluso con grupos de ancianos que se reúnen ataviados con la bandera británica.
Pero el propio Parr rechaza el término de street photography a la hora de catalogar su obra: “Es una de mis armas, es algo que hago, pero no es lo único”, explicaba recientemente a Quesabesde. “Fotografío en las calles porque me interesa fotografiar a la gente y ahí es donde la encuentro.” Su forma de conectar con los protagonistas de sus fotografías es lo que le lleva a situarse “donde es necesario para conseguir la foto que quiero”. Y la mayoría de las veces eso le coloca a pocos centímetros de los retratados.
Sorprende que a esas distancias la presencia de un tipo grandón como él, que a menudo trabaja con un flash anular -un accesorio que llama la atención por su singularidad-, no logre abstraer a los protagonistas de sus instantáneas de una desidia que ya forma parte del sello de este fotógrafo de Magnum.
Parr es uno de los ejemplos más claros de que este género no es un fin en sí mismo, sino un medio -quizás el más adecuado- para contar historias.

Bruce Gilden (Nueva York, 1946)
Junto a Philip-Lorca diCorcia, es el fotógrafo que más se diferencia del resto en esta lista. Y es que Bruce Gilden ha desarrollado una forma de trabajar tan característica -y expeditiva- que sus fotos han dado pie a un estilo inconfundible. El de Magnum se pasea entre la muchedumbre de las calles de Nueva York embutido en su chaleco de fotógrafo, con su Leica y un flash de mano, buscando una presa -literalmente- que le llame la atención. “Uso mucho el flash porque me ayuda a visualizar mis sentimientos hacia la ciudad: la energía, el estrés, la ansiedad…”, explica en el mencionado documental “Everybody Street”. El objetivo gran angular, el flash y el factor sorpresa inherente a disparar una foto a escasos centímetros del rostro del despistado transeúnte hacen el resto.
Aunque sus instantáneas más conocidas pertenecen a esta serie, Gilden también aplica su particular forma de trabajar en reportajes como “Picnic with a Gangster”, donde retrata a Sergey Smirnov, un mafioso ruso de Ekaterimburgo. Lo paradójico de sus fotografías es que interactúa con sus personajes para forzar su espontaneidad.
Con todo, no es extraño que haya voces críticas con su trabajo. El mismo Joel Meyerowitz no se mordió la lengua en una entrevista para The Observer: “Es un puto matón. Desprecio su obra, desprecio su actitud; es un matón agresivo y todas sus imágenes son iguales porque solo tiene una idea: voy a avergonzarte, voy a humillarte.” Y lo cierto es que el propio Gilden afirma en varios documentales que carece de ética pese a considerar que no hace nada malo.
Controversias al margen, su punto de vista sobre lo que hace que una instantánea pertenezca a esta disciplina fotográfica coincide con lo que piensan la mayoría de autores: “Si puedes oler la calle mirando una fotografía, entonces es street photography. Sientes como que estás ahí mismo.” Y son precisamente las líneas de la fotografía callejera que cruza Gilden las que añaden valor tanto a su trabajo como a un género que, gracias a aportaciones como la suya, no deja de ampliar horizontes.

Guillermo Cervera (Madrid, 1968)
Aunque sus fotografías más conocidas nos trasladan a zonas en conflicto, la fotografía callejera brilla con luz propia en el trabajo de Guillermo Cervera. Las instantáneas de este madrileño, en las que se atisba un doble sentido, muestran la vida en la calle con más matices de los que aparentemente hay, mezclando personajes en diferentes capas y relacionándolos de forma relevante.
Ese mundo paralelo cargado en ocasiones de ironía que se aprecia solo desde un ángulo y en un momento determinado atiende a la perfección a la definición del género. Pero Cervera lo supera al llevarlo a escenarios de guerra, como hace unos meses en Ucrania: “Yo en vez de retratar qué malos son los rusos fotografío cómo viven los ucranianos”, declaraba en una entrevista concedida a Quesabesde.
Por frívolo que pueda parecer, el madrileño, más que hacer streetphotography en zonas en guerra, la utiliza para mostrar cómo es la vida de la gente corriente. Algo poco común entre los fotógrafos que cubren conflictos: “A mí me encanta hacer fotos de calle”, explica. “Es la mejor manera de documentar lo que hay, porque pasas desapercibido y sacas escenas reales.” Pero la realidad es que hace falta valor y un planteamiento independiente: “Mi motivación es este giro en contraposición a lo que la prensa internacional nos cuenta.”
Cervera hace buena la teoría de que los museos son escenarios idóneos para la street photography, y en su serie por varias de las salas más destacadas del mundo -como el Louvre, el MoMA o el MNAC de Barcelona- se aprecia su forma de resaltar lo curioso, lo divertido y lo anecdótico de entre lo cotidiano.
Reales e imperfectas como la vida misma, sus fotografías son fugaces, en ocasiones movidas y no excesivamente nítidas, pero con un sabor tan cotidiano que refuerza el sentido del humor, de la realidad y de la oportunidad.

Alex Webb (San Francisco, 1952)
Es uno de los grandes nombres de Magnum Photos y un pionero por la complejidad en su forma de combinar el color, la luz, las sombras, los reflejos… así como de conjugar personajes en diferentes planos, todo ello en las décimas de segundo que dura una escena fugaz. Alex Webb ha viajado por todo el mundo captando la esencia de lugares que, a tenor de sus imágenes, se antojan exóticos y a la vez cercanos.
Más allá de un letrero con caracteres indescifrables, de pieles morenas propias de latitudes caribeñas o de burkas que cubren el rostro de una mujer, sus fotografías son cotidianas por la proximidad con que aborda a sus personajes.
El californiano se adapta y pasa inadvertido en las situaciones más inverosímiles, siempre ojo avizor para situarse en el lugar idóneo. “Creo que ya lo dijo Cartier-Bresson: de alguna manera percibes la posibilidad de una foto, hay algo interesante… algo comienza a pasar aquí y allí, algo que no creías que pudiera ocurrir. Eso es lo que realmente me apasiona como fotógrafo”, dice en una entrevista para Vogue Italia. El resultado acaba siendo una armonía de siluetas, espacios, luces, zonas en sombra, colores y rostros expresivos.
La sensación de saborear la atmósfera y vivir la acción en el momento del disparo es lo que más destaca en su forma de salir a la calle con la cámara. Webb infiere a sus fotografías una atmósfera cargada y envolvente: a plena luz del día, con colores sobresaturados; en interiores o de noche, con una luz artificial más suave y tenue. En casi todas sus fotografías parece ocurrir algo que suele quedar a medio dilucidar.

Philip-Lorca diCorcia (Hartford, Estados Unidos, 1951)
Las imágenes que ponen a Philip-Lorca diCorcia en esta selección son las que aparentemente deberían excluirle: parecen todo un montaje escénico en plena calle, con flashes y figurantes. Pero en realidad el fotógrafo solo controla los flashes. Todo lo demás es fruto de la espontaneidad, de pasar desapercibido y de una singular técnica que le permite llevar lastreet photography hacia un terreno más acorde con la fotografía documental (por su contenido) o con la moda (por su forma). De nuevo los límites se desdibujan.
Pero, ¿qué técnica utiliza diCorcia? El estadounidense coloca flashes a una cierta altura en el mobiliario urbano. Mediante control por radio, los dispara desde su cámara cuando el personaje que le interesa pasa por el lugar. Trabaja además con un teleobjetivo, algo que distingue sus fotos de las ópticas más habituales en esta disciplina, de 28, 35 o 50 milímetros.
Los protagonistas destacan del resto por la iluminación dura, por estar más nítidos y por la teatralidad que confiere a la escena el uso del flash. En lo expresivo se intuye la distancia del fotógrafo y se percibe unanimidad en la acción. Sin embargo, todo ello va en favor de la interpretación, absolutamente libre para el espectador.
Su planteamiento se aleja de algunas premisas de la streetphotography de manual, pero sin embargo no deja de extraer el potencial de personas en un espacio público para recrear una historia previa.
DiCorcia, que no solo trabaja en lugares públicos, explica en una entrevista el porqué de esa distancia: “Nunca me he sentido particularmente cómodo fotografiando a gente”. Y aclara su motivación: “Para mí las personas representan cosas. Cada persona es un arquetipo que manipulo para que sea el arquetipo que me interesa, aunque la mayoría de las veces no sean de ese modo.”

Tino Soriano (Barcelona, 1955)
La fotografía callejera se lleva muy bien con la de viajes, y si no que se lo digan a Tino Soriano. En los 25 años que lleva este autor de National Geographic en la profesión, el humor -que ha sabido encontrar en todos sus viajes- ha sido uno de sus sellos. Un buen olfato, saber leer la escena, los personajes y el contexto le han permitido transformar infinidad de situaciones inocentes en buenas fotografías.
Su interés por mostrar la vida diaria, auténtica y autóctona de los muchos lugares en los que ha trabajado y su labor fotoperiodística le han llevado a concebir algunas de las imágenes más humanas dentro del género. “Explicar la vida de una manera amable puede ser tan interesante para la gente que ve mi trabajo como para mí mismo”, comentaba a Quesabesde en 2006.
El estilo de Soriano tiene trazas de Alex Webb en su forma y un sentido del humor que en ocasiones remite a Elliott Erwitt. Pero en esa unión hay una vertiente humana, de empatía.


Matt Stuart (Londres, 1974)
La fotografía callejera al servicio del humor. Ése es el principal objetivo de Matt Stuart, sin duda uno de los grandes autores actuales del género con imágenes que se mueven entre lo absurdo y lo irónico. “Creo que se trata del sentido del humor inglés. Hemos crecido con los Monty Python”, aseguraba a Quesabesde. Con su Leica y un 35 milímetros con la hiperfocal siempre lista (“he aprendido a ser rápido y discreto cuando fotografío en lugares públicos”), devora a diario varios rollos de película en sus paseos londinenses, donde se sabe mover como un zorro viejo.
Stuart tiene bien tomada la medida a la ciudad del Támesis y se nota que domina las distancias urbanas como nadie. Tan pronto retrata a un solitario business man de la City sentado en el metro como ordena perfectamente una decena de personajes que pasan por Oxford Streeten diferentes planos. O hace cobrar vida a un contenedor para desechos de obra. O incluso coloca a un perro al volante de un descapotable.
Los perros son un recurso habitual en el género, pero este británico reconoce que es fácil fotografiarlos. Los museos son otro de sus temas recurrentes, y aunque dice haber dejado de visitarlos, el British Museum y la Tate Modern han sido escenario de algunas de sus fotografías en blanco y negro.
Con todo, Stuart, que no es un amante de las grandes series (“con una foto realmente buena al año ya estoy contento”), se confiesa un amante del color: “Intento asegurarme de que las fotos que hago tengan colores vistosos. Uso el color porque me permite conectar con el color de la propia vida.”

Boogie (Belgrado, 1969)
Su verdadero nombre es Vladimir Milivojevich y su trasfondo social y cultural está estrechamente ligado la capital serbia durante los años 80 y 90. Un chaval hecho en la calle, que ya había visto de todo cuando aterrizó en Brooklyn, en 1998. Así, no es de extrañar que los bajos fondos sean los escenarios más habituales en sus fotografías callejeras, y las capas sociales más deterioradas, sus personajes más recurrentes.
Boogie utiliza este género para documentar un mundo en el que se mueve como pez en el agua. “Ella está sentada en el retrete, chutándose, y yo estoy de pie en la bañera, fotografiándola… y no hay ningún problema”, comenta el fotógrafo en “Everybody Street” a propósito de una imagen del reportaje “Drugs”, que realizó en Bed-Stuy y Bushwick, dos de los barrios más duros de Nueva York.
El serbio retrata situaciones y personajes extremos con la proximidad del que ha vivido muy de cerca una realidad que no le es ajena: Él mismo reconoce no tener miedo mientras fotografía a gánsteres, skin-heads o yonquis. Es una cuestión de actitud, de una forma de ser determinada más allá de querer buscar un tipo de fotografía.
En sus viajes a lugares como Tokio, Estambul, Tiflis, Caracas o su Belgrado natal, Boogie muestra una tendencia natural hacia las atmósferas oscuras, los puntos de vista extremos, las composiciones tensas, el caos de las líneas, los suburbios y los personajes del hampa.

Siegfried Hansen (Hamburgo, 1961)
Las fotografías de Siegfried Hansen son una especie de oda a la ciudad. Este autor alemán utiliza habitualmente recursos típicos como la repetición, los reflejos, la superposición de elementos y las líneas para redefinir el espacio urbano de forma casi poética. Con un minimalismo formal que reduce los elementos de la imagen a lo imprescindible, refuerza la sutilidad de objetos que habitualmente pasan desapercibidos en la calle.
Oportunista consumado, muchas de sus instantáneas son producto de un momento efímero, en el que una acción y un escenario sin interés aparente dan como resultado una imagen cargada de sentido gracias a la interrelación que el autor establece entre ellos. Aunque otras tantas fotografías son resultado de la paciente técnica del pescador, tan habitual en esta disciplina.
Hansen tiene olfato para descubrir el potencial de un lugar. Su interés por la fotografía callejera se centra, sobre todo, en elementos de arquitectura urbana, que conjuga de forma única para darles un nuevo sentido. En su particular forma de documentar la ciudad, muchas de sus fotografías tienen el valor añadido de la intriga -desenfoques, siluetas, personas con parte del cuerpo oculto-, que fuerza al espectador a repensar la imagen.
Con todo, las personas no cobran demasiado protagonismo en el trabajo de Hansen, que usa más la figura humana de forma impersonal. Él mismo lo reconocía en una entrevista: “Me siento muy atraído por las estructuras, las composiciones y los ambientes. No necesitas gente para fotografiar esto.”